<p class="MsoNormal" style="font-size: 13.3333px; text-align: justify;"><i style="font-size: 13.3333px;">El viernes pasado fue sepultado Ramón Pizarro Sandoval, quien falleció de un infarto al corazón en las dependencias del albergue. Estuvieron en la ceremonia realizada en el Cementerio 2 sus compañeros, funcionarios municipales y los voluntarios del Comedor Parroquial.</i></p>
Ninguna de las 42 personas que el
viernes pasado brindaron el adiós definitivo a Ramón Pizarro Sandoval recordaba
cuándo este hombre oriundo de Arica y de 49 años había llegado a Tomé. El
Hippie, como era conocido por todos en el Albergue de Invierno del que era
usuario desde 2013, falleció según determinó el Servicio Médico Legal producto
de un infarto agudo al miocardio.
El dolor se instaló entre quienes
componen la comunidad en torno al albergue. Este año, el Hippie, era el segundo
en partir. En abril de 2016 había fallecido Francisco Velásquez, compañero de
Ramón Pizarro. “Eran caminantes los dos”, dijo antes de que llegaran los restos
del ariqueño al Cementerio 2 de Tomé, Carlos Moya, otro usuario del centro que
dispuso la Ilustre Municipalidad para los vecinos en situación de calle.
SOLEDAD ENTRE ARICA Y TOMÉ
Otra de las preguntas que se
hacían los asistentes a este funeral era si Ramón Pizarro tenía familiares. Hasta
este martes 12 de julio, ninguna persona se había acercado hasta el Albergue o
contactado con el municipio para señalar parentesco con el fallecido.
Los antecedentes obtenidos
oficialmente indican que Pizarro nació en Arica y que tuvo un paso por San
Miguel para luego llegar a Tomé. Así conoció a Francisco con quien compartía
ocasionalmente una mediagua que alguien les facilitó en Cerro Estanque.
Además y según el relato de los
usuarios del albergue, eran caminantes, es decir, esporádicamente salían de la
ciudad y gracias a la caridad podían recalar en otros lugares. “Ivan de viaje
como lo hacen otros”, apuntan.
Uno de los voluntarios del
comedor Parroquial comentaba que era posible que El Hippie tuviera una hija. Nada
se ha podido confirmar.
DULCE COMPAÑÍA
Lo cierto es que el pasado
viernes Ramón Pizarro tuvo un funeral en el que se desbordó el cariño. Lo normal
es que cuando alguien fallece, su familia se hace cargo de todo, sin embargo,
en este caso no pudo ser posible esto. A cambio, El Hippie recibió el homenaje
de los suyos.
La primera intención de los 14
vecinos que habitualmente hacen uso de este hospedaje, fue trasladar el féretro
a pulso hasta el terreno del descanso final. Por recomendación de los
panteoneros no se realizó y el ímpetu de estos hombres que conocen del rigor de
la calle fue reemplazado por un carro de fierro en el que fue trasladado Ramón
a su última morada.
Allí hubo espacio para los
homenajes. Hablaron los funcionarios del albergue, un pastor del Ejército de
Salvación relató cómo Pizarro se había ganado un espacio por su simpatía,
respeto y una característica que todos valoraban: tener siempre un chiste en la
punta de la lengua para sacar una sonrisa.
Sin embargo, fue el relato de
Carlos Moya el que más emocionó. En tono de arenga, recordó la personalidad de “este
querido compañero”. Agradeció a los presentes por el cariño y la preocupación. Prometió
que se volverían a encontrar y oró porque en la otra vida el Hippie tuviera un
mejor destino.
Cuando los panteoneros empezaron
a dejar caer la tierra sobre la madera del ataúd que envolvió el cuerpo de
Ramón Pizarro, un sonido metálico interrumpió el característico ruido de este
ritual. Era un anillo lanzado por una mujer sobre el féretro, una de las
posesiones terrenales más atesoradas por el fallecido.
Antes de que la tierra cubriera
totalmente el cofre, Carlos Moya se desprendió de una camiseta de Colo Colo y
la arrojó como última prueba del cariño que sentía por El Hippie. Al final,
Ramón Pizarro fue sepultado sin familia, pero nunca solo. Los funcionarios del
albergue, los voluntarios del comedor parroquial, los del Ejército de Salvación
y sus queridos compañeros fueron su familia, una familia grande y querendona. Su
familia al fin.
ALBERGANDO ESPERANZA
En febrero de este año la
alcaldesa Ivonne Rivas presentó al Concejo Municipal un proyecto que permitía
mediante una inversión de 40 millones de pesos contar con albergue municipal
durante todo el año.
En el presente son 14 los
usuarios, aunque esta cifra a veces cambia, debido a “los viajes” que emprenden
de cuando en cuando los miembros de este grupo de vecinos.